Los trastornos de personalidad son patrones permanentes e inflexibles de experiencia interna y de comportamiento que se apartan acusadamente de las expectativas de la cultura de la persona, tienen su inicio en la adolescencia o principio de la edad adulta, son estables a lo largo del tiempo y comportan malestar o perjuicios para el sujeto. Este malestar está ligado, entre otros, a problemas en las relaciones interpersonales. Mientras las personalidades normales son flexibles en cuanto al papel que se desempeña en el entorno, las personas con un trastorno de personalidad imponen de manera rígida e inflexible sus escasas habilidades independientemente de que encajen o no con las demandas de la situación. Cuando la situación implica a otros, la consecuencia es conflicto y pérdida de oportunidades para aprender nuevas estrategias más adaptativas. En suma, los individuos con un trastorno de la personalidad entran en una especie de círculo vicioso, repitiendo una y otra vez comportamientos que no les sirven para funcionar adecuadamente en su entorno, incapaces de aprender alternativas más adaptativas.