A cualquier madre o padre algún familiar o la vecina o la señora por la calle le habrá dejado caer la recomendación: “no cojas al bebé en brazos que se malcrían”. Esto no es sólo imposible en bebés que no caminan (cómo lo hacemos para darles de comer siquiera), sino que no se basa en ninguna evidencia científica; es más, no cogerlos podría ser perjudicial para su desarrollo psicológico.
Desde hace décadas, se conocen los efectos del déficit de contacto físico en bebés, especialmente en orfelinatos y en bebés ingresados. Se conoce como la Teoría del Apego, desarrollada por autores como John Bowlby, Harry Harlow, Mary Ainsworth, entre otros. El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño/a con sus cuidadores y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. Habla de la necesidad de bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido y cuidado.
Para quien quiera profundizar más, El Amor Maternal de SueGerhardt tendría que ser su libro de cabecera. Gerhardt afirma, en base a los conocimientos de neurociencia, que “el bebé, para su desarrollo, no necesita ayudas pedagógicas o culturales, sino que es más apropiado, simplemente, cogerlo en brazos y disfrutar de él”. Las áreas del cerebro que en el futuro serán responsables del comportamiento social, la regulación emocional, el afrontamiento al estrés se desarrollan durante los tres primeros años de vida. Según hayan sido sus cuidados, lo harán normalmente o de forma deficitaria con implicaciones en su conducta social y su salud mental futura. “Las primeras fuentes de placer son el olfato, el tacto y el oído. Sentirse amorosamente en brazos del progenitor es el estímulo más importante para el desarrollo”. Las caricias ayudan a regular el sistema nervioso del bebé. También las miradas son importantes. Según Allan Schore, experto en trauma y alteraciones afectivas, las miradas positivas son el estímulo más importante para el crecimiento de la inteligencia social y emocional del cerebro. Un gran número de experiencias positivas en los comienzos de la vida da lugar a más conexiones neuronales, es decir, mayor rendimiento y habilidad.
Por otro lado, separarse del bebé puede ser una gran fuente de estrés. Dejar llorar a los bebés y no cogerlos sistemáticamente puede ser una fuente de trauma e impedir que se desarrollen estas áreas cerebrales, pudiendo provocar niños más dependientes, con más dificultades de autorregulación, menos capacidades de afrontamiento a situaciones de estrés, menor seguridad en sí mismos.
Son muy interesantes intervenciones en prematuros como el Método Madre Canguro que se está desarrollando en algunos servicios de neonatología de nuestro país. El libro de Adolfo Gómez-Papi “El poder de las caricias” puede ser un buen complemento.
Desde la Antropología, la Medicina y la Psicología se está dando cada vez más importancia al contacto piel con piel, al llevar a los bebés en brazos o en portabebés, a atender su lloro, más allá de si tiene hambre, sed, tiene el pañal sucio, tiene frío o calor.
Por último decir que en mi consulta, igual que en las de mis compañeras de profesión, las personas a las que atiendo no se quejan de que sus padres los malcriaron por cogerlos en brazos, sino más bien todo lo contrario, de que no les cogían, no los abrazaban, no los atendían afectivamente. Un porcentaje altísimo de personas en consulta psicológica han tenido cuidadores que no les han sabido o no les han podido atender en esta faceta.
Por lo tanto:
• Coge a tu hijo en brazos siempre que puedas, o que te lo pida, dé señales o tú lo veas.
• Los masajes, el piel con piel, ayudan a su desarrollo psicofisiológico.
• Mírale con ojos amorosos.
• Estar cerca le ayuda a crear seguridad e independencia y capacidad para poder explorar más adelante su ambiente.
• Los bebés siempre lloran por alguna razón, necesitan ser atendidos lo antes posible.