En la actualidad constituye elementos activos del tratamiento cognitivo-conductual los procedimientos operantes, los programas de entrenamiento a padres y las técnicas cognitivas que se aplican al niño afectado.

Este tratamiento se lleva a cabo en el marco de programas multicomponentes integrados por distintas técnicas que se insertan en un régimen de tratamiento unitario. La propia naturaleza del trastorno, los resultados apenas concluyentes de los procedimientos conductuales y cognitivos cuando se han administrado por separado y las respuestas limitadas, observadas tan sólo en algunas áreas características del trastorno explican el auge adquirido por estos programas que, en general, se caracterizan por las siguientes cuestiones: a) contenido técnico heterogéneo; b) papel destacado de las técnicas cognitivas administradas al niño hiperactivo; c) extensión temporal del tratamiento prolongadas durante meses con etapa terapéuticas más o menos activas (Moreno y Servera, 2002).

Desde una perspectiva que insiste en asegurar la validez social y clínica de las intervenciones psicológicas más allá de la reducción específica de los síntomas característicos del TDAH, Pelham y Gnagy (1999) definieron el contenido y componentes de los tratamientos psicológicos efectivos en este campo. Se trata de 1) entrenamiento de padres, 2) intervención escolar y 3) intervención en el niño afectado. Las actuaciones recomendadas en los tres casos comparten el enfoque conductual de referencia la insistencia en prolongar la intervención de los logros obtenidos y prevenir recaídas. Por el contrario, difieren, además de en los destinatarios de las actuaciones psicológicas, en las conductas sobre la que se centrarse la intervención. La propuesta de Pelham y Gnagy (1999) indica, respecto al entrenamiento de padres que debiera desarrollarse en sesiones semanales en grupo, siendo el foco de la intervención el comportamiento y relaciones familiares. En la intervención escolar el objetivo ha de centrarse en las conductas disruptivas del niño en clase, rendimiento académico y relaciones entre iguales. Es imprescindibles contar con la implicación y ejecución del profesor cuyo trabajo debe supervisarse semanalmente. La intervención centrada en el propio niño afectado ha de aunar las perspectivas conductual y evolutiva y centrarse en el aprendizaje académico, competencias sociales y conductuales, disminución de la agresión y desarrollo de expectativas de autoeficacia. Se sugiere desarrollar tratamientos intensivos a lo largo del curso escolar, e incluso una vez finalizado éste y prolongar la intervención.

Los tratamientos conductuales-cognitivos analizados globalmente mejoran la atención y rendimiento académico del niño tratado. Disminuye, asimismo, la actividad motora característica y se observa una mejoría significativa en la adaptación social, al tiempo que decrecen las interacciones sociales hostiles y aumenta la aceptación del niño por sus iguales, repercutiendo estos efectos en la reducción de los conflictos en casa y especialmente en el colegio (Abikoff y Klein, 1992). Entre los factores responsables de estos resultados se encuentran los siguientes: a) diseño terapéutico individualizado, b) aplicación intensiva sistematizada y prolongada, y c) desarrollo de la terapia en ambientes estructurados, con padres y profesores motivados y previamente formados (Moreno 2005).