Sustituir el dolor emocional por uno físico. Distraer la soledad. Aplazar la angustia. Darle salida a la frustración de los problemas que uno solo no sabe solucionar. Esos son los motivos de algunos jóvenes para autolesionarse. Cortarse la piel es la única forma de adormecer un carrusel de emociones que no han aprendido a controlar. Y la cifra de adolescentes que se provocan heridas va en un aumento.
El fenómeno de la ‘soledad acompañada’ es el principal culpable de este problema. Aunque estos adolescentes viven hipercomunicados a través de las redes sociales y de aplicaciones como el Whatsapp, sienten un aislamiento emocional que les impide compartir sus preocupaciones y frustraciones con su familia. A veces es real, otras es una sensación, pero en cualquier caso levanta un muro de cristal entre el joven y sus padres. También existen ‘tribus urbanas’ que tienen las heridas como señas de identidad.
«Conciliar vida laboral y familiar es una utopía. Los padres sufren porque no pueden estar con sus hijos y no pueden ejercer control parental», comenta Benjamín Ballesteros, doctor en Psicología. Las exigencias del mercado laboral hacen que en muchos hogares los progenitores tengan que pasar el día fuera para poder afrontar todos los gastos de la casa, lo que acaba repercutiendo en la relación con sus hijos en muchas ocasiones.
A la etapa tan complicada de cambios que supone la adolescencia, se une el fenómeno de ‘los niños llave’, chicos que se pasan las tardes solos, distraídos con la televisión, la consola o el ordenador. En vez de realizar actividades al aire libre con las que aprenden a relajarse, como el deporte, o a socializar, como los juegos en el parque, algunos desarrollan una realidad paralela en videojuegos o en internet. «Hay casas en las que los dos trabajan para pagar hipoteca y llegar a fin de mes. En el mejor de los casos los abuelos se convierten en una figura de referencia para los niños, al final son los cuidadores principales, pero fallecen antes y los niños se quedan huérfanos antes de tiempo. Otros se quedan solos o con cuidadoras que van cambiando. Les dan una ‘tablet’, teléfono móvil, un ordenador con conexión a internet y se crean una personalidad en esa realidad virtual que llevan al aislamiento social en la realidad. Allí expresan cómo se sienten, lo que le gustaría hacer y se vuelven populares a través de un fenómeno negativo».
El ‘efecto contagio’ y la facilidad con la que se encuentra en la red todo tipo de información sobre cómo autolesionarse ha hecho que las cifras se disparen. Solo hacen falta dos minutos para teclear y encontrar varias técnicas en foros de internet o incluso vídeos de Youtube. Al igual que pasa con las páginas que promueven la bulimia y la anorexia, el recorrido legal es complicado. «Cuando consigues cerrar una, aparece otra nueva al día siguiente», asegura Ballesteros.