Borrachera con daños irreversibles

El consumo masivo de alcohol no es habitual en edades tan tempranas como la de la menor fallecida en San Martín de la Vega

El diálogo, la promoción de ocio saludable y combatir la presión de grupo, herramientas de la familia frente al ‘botellón’

«La droga no mata, mamá», le dice sentando cátedra -eso cree- una adolescente a su madre, que la mira estupefacta, durante una conversación a la puerta del colegio. Sí, sí mata. Y a menores de su edad sin ir más lejos. El pasado martes fallecía una niña de 12 años en Madrid tras consumir junto a sus amigos una botella de ron y de vodka durante un botellón.

El consumo masivo de alcohol no es habitual en edades tan tempranas como la de la menor de San Martín de la Vega, explica Elena Presencio, directora de Proyecto Hombre. «Éste caso es excepcional», pero es «indicador de que se está reduciendo la edad de inicio y de la bajísima percepción del riesgo de consumo de alcohol, aún más teniendo en cuenta que en menores tiene un mayor impacto fisiológico que en personas maduras y puede provocar daños irreversibles. La sociedad tiene la percepción de que no pasa nada y sí pasa».

Esta ingesta masiva de alcohol no es algo característico de España. En el resto de Europa y América se da un consumo similar que suele denominarse BingeDrinking. En 2008 el Ministerio de Sanidad y Consumo lo definió como ingesta de alcohol que supera en chicos los 60 gramos (equivale a unos tres cubatas o seis cervezas) y en chicas los 40 gramos (equivale a dos cubatas o cuatro cervezas) y se realiza en un período corto de tiempo (entre 2 y 3 horas) alcanzándose una concentración de alcohol en sangre de 0,8. Este patrón de consumo se asocia a consecuencias psicosociales a corto-medio y largo plazo, explica Maite Cortés Tomás, profesora titular de la Universidad de Valencia y vicepresidenta de la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, Alcoholismo y otras Toxicomanías.

Cortés Tomás, autora de una pormenorizada investigación sobre el fenómeno del botellón, subraya que la evidencia empírica determina que los adolescentes rara vez exhiben los trastornos crónicos asociados con la dependencia del alcohol (cirrosis hepática, hepatitis..) pero sí que pueden experimentar algunos efectos adversos en el hígado, los huesos, el crecimiento o el desarrollo endocrino. Algunos pueden ser irreversibles. Un menor que bebe alcohol se arriesga a sufrir daños, e incluso la muerte, de células neurales en ciertas regiones cerebrales, una alteración en los procesos cognitivos (memoria y aprendizaje) y esa conducta le predispone a seguir consumiendo en el futuro ésta u otras sustancias adictivas y le puede afectar en su rendimiento escolar, según recoge Socidrogalcohol . El alcohol puede malograr la relación con los familiares más cercanos, con amigos, llevar a mantener relaciones sexuales no planificadas y sin protección; ser sancionado o sufrir alguna lesión por conducir bajo los efectos del alcohol.

Patología orgánica por consumo de alcohol.

Un 32,2% de los adolescentes reconoce haber consumido alcohol de forma intensiva en los últimos 30 días, según la última encuesta ESTUDES (2015), que realiza una radiografía detallada desde 1994 del uso de drogas en estudiantes de Enseñanza Secundaria. Estos «atracones» comienzan cada vez antes y la edad media actual se sitúa entre los 14 y16 años. Las salidas nocturnas, su frecuencia y la hora de regreso a casa son algunos de los factores de un consumo masivo que se realiza principalmente durante el «botellón».

Seis de cada diez menores de entre 14 y 18 años reconoce haber participado en alguno en los últimos años . ¿Y por qué lo hacen? El estudio encabezado por Cortés desvela que los adolescentes alegan motivos lúdicos y de presión social: por diversión; para desconectar; para relacionarse más fácilmente (afrontar problemas emocionales en su ajuste social) y para no quedarse en casa solo. La mayoría no es conscientes de las consecuencias personales de este consumo masivo de alcohol. «La sociedad tiene la percepción de que no pasa nada y sí pasa. Si se da ese mensaje a los jóvenes se da un mensaje equivocado». La familia debe posicionarse de forma clara en contra del consumo de alcohol entre los menores, advierten desde Proyecto Hombre y tratar de que no se normalice el consumo de alcohol en familia. Declaraciones del tipo «No pasa nada si toma una copa o si la prueba que sea conmigo» deben descartarse en casa.

Diálogo frente a la «presión de grupo»

¿Cómo se puede proteger a los menores del consumo de alcohol? «Es cuestión de educación. El consumo como experimentación es más difícil de evitar pero hay que fomentar los factores que les alejan de un consumo problemático», asegura la experta. Y la labor de prevención es una responsabilidad compartida entre la familia, la escuela y la sociedad en general. «Es preocupante porque el alcohol es la droga que más afecta desde una perspectiva destructiva tanto a quien la consume como a su entorno», explica José Antonio Luengo, vicesecretario del Colegio de Psicólogos de Madrid.

Uno de los factores que más influye a la hora de que un menor se inicie en el consumo de alcohol es la presión de grupo. Y en los últimos 15 años, revela Luengo, los efectos de ésta se ha «multiplicado a la enésima potencia». Esto es debido, entre otros aspectos, al creciente número de familias con hijos únicos. En las anteriores generaciones, la educación que daban los padres era complementada por la de los hermanos mayores en una etapa del desarrollo en la que los «iguales» tienen una influencia decisiva. A esto se suma el hecho de que en la actualidad, los padres, aunque puedan tener la «misma capacidad» que antes para educar, tienen «menos posibilidades» por falta de tiempo. La conversación en el entorno familiar «no es la norma» y los niños pasan mucho tiempo en esos «apartamentos de adolescentes» en los que se han convertido sus habitaciones. Es en las redes sociales o internet donde interpretan la realidad sin que ningún adulto intervenga y ejercen una «terrible» presión sobre ellos, advierte Luengo. Y allí es donde también surge las «quedadas» masivas para consumir alcohol y donde falla la capacidad de muchos adolescentes para decir ‘no’ .

Las líneas maestras en ese combate frente al consumo prematuro y excesivo de alcohol entre adolescentes pasan por el diálogo, la promoción de alternativas saludables y enseñarles a manejar la presión de grupo: «No te impido que vayas con esos chicos pero si se van a poner ciegos de alcohol, tú no lo hagas». Explorar, en definitiva, esa tercera vía posible en la adolescencia, «tener personalidad» y salir del grupo del botellón.