Los celos se nutren de sospechas, dudas, inseguridad, sentimientos de culpabilidad e inferioridad y ganas de atormentarse. Los celos son básicamente una reacción neurótica, en cuanto manifiestan pérdida o amenaza de pérdida, fracaso, desaprobación y desilusión. Este tipo de reacciones están entre los padecimientos más difíciles de entender.
Naturalmente, hay distintos niveles de celos. De los que vamos a hablar aquí son de esos celos obsesivos con los que se pretende poseer al otro, hasta en su vida anterior.
Si en los celos que casi todos sufrimos alguna vez, subyace el deseo de incorporar la persona o la cosa deseada a nuestro mundo íntimo, en los celos patológicos lo que se ansía es devorar al otro/a, tenerlo efectivamente al alcance físico de nuestros interesen y empeño, ponerlo a «salvo» de nuestros propios temores y elucubraciones. Cuando esto no sucede, porque las barreras de la subjetividad y de las vivencias personales no pueden franquearse a voluntad, el celoso obsesivo acaba trastornándose.
Los celos patológicos están detrás de muchos de los casos de violencia de género
La persona que sufre de celos patológicos suele mantener conductas de chantaje emocional, de desprecio y de agresividad. En los hombres, especialmente cuando media el consumo de sustancias tóxicas, estas conductas pueden acabar en violencia de género y en abusos y maltratos a mujeres y niños. En las mujeres, los celos neuróticos arremeten más contra la autoestima a través de sentimientos de culpabilidad.
La maraña de sentimientos contradictorios y emociones rotas que provoca la conducta patológica de celos no es fácil de desmarañar por uno mismo, por lo que es aconsejable ponerse en manos de un buen psicólogo/a con conocimientos y experiencias en este delicado asunto. Esto se debe, principalmente, a que en ella se suelen manifestar las siguientes características: