En salud, los cambios sociales no se pasan por alto y uno de los más relevantes en la actualidad es el aumento de divorcios. Cada año, en nuestro país se rompen más de 100.000 parejas. En 2014 (según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística), se produjeron 105.893 rupturas, que engloban divorcios, separaciones y nulidades. A estos datos, hay que sumar el fin de las parejas que viven juntas pero que no están registradas. Esta situación no pasa desapercibida para casi nadie, ni siquiera para los pediatras de Atención Primaria que cada vez atienden más casos de niños que acuden con síntomas físicos derivados del divorcio de sus padres, y no por ninguna enfermedad.
Para los niños un divorcio es una situación estresante, y es frecuente que somaticen estos hechos porque no tienen aún los recursos suficientes para expresar sus emociones. Es decir, que lo manifiesten con síntomas físicos como dolores de barriga, fiebre, irritabilidad, cambios de comportamiento, etc. Incluso también afecta a los más ‘peques’ de la casa: «Los niños pequeños también sufren el divorcio. Aunque no lo entiendan, son como esponjas que absorben las tensiones. Los más pequeños lo suelen manifestar con retrocesos en sus logros, como volver a utilizar el pañal o comer y dormir peor. Por su parte, los mayores casi siempre tienen alteraciones de conducta y peor rendimiento escolar», explica a EL MUNDO Carmen Martínez González, pediatra de Atención Primaria y profesora asociada de Pediatría en la Universidad Complutense de Madrid.
No cabe duda de que en muchas ocasiones la mejor solución para la pareja es romper, terminar la relación. Para los niños la separación de sus padres siempre será dolorosa pero las consecuencias serán muy diferentes en función de cómo se realice. Según expone Jesús García Pérez, presidente de la Sociedad Española de Pediatría Social (SEPS) y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP), si un divorcio se lleva a cabo de forma adecuada la adaptación para los niños será mucho más rápida y los síntomas serán leves y transitorios. Si por el contrario la separación es traumática, los síntomas serán más graves y perdurarán en el tiempo. Por ello, es fundamental que los padres actúen de forma correcta con sus hijos durante el proceso de divorcio sin olvidar que pareja e hijos son dos cosas diferentes. «No hay muchos divorcios difíciles, pero sí hay muchos padres que no se ponen de acuerdo entre ellos y esto repercute en algunas decisiones sanitarias, como por ejemplo, vacunar o no al niño», señala Martínez.
El tema de los divorcios y su abordaje en las consultas de pediatría fue una de las ponencias más destacadas en el 13º Curso de actualización de Pediatría de Atención Primaria, celebrado recientemente en Madrid. En su charla, Martínez manifestó la importancia de atender desde las consultas no sólo los problemas físicos sino también su contexto social: «Somos pediatras de familia (…) los niños no viven solos, no vienen solos a la consulta, dependen absolutamente de su núcleo familiar, aunque tengan padres separados. Y esta realidad obliga al pediatra más biologicista a unir lo biológico con lo biográfico, pues no es posible aislar artificialmente órganos y funciones de muchas de las circunstancias sociales que influyen en la salud». Por tanto, «un hecho biográfico relevante, a tener en cuenta ante cualquier niño con síntomas psicológicos, es la separación reciente de sus padres, sobre todo si es conflictiva», señala.
Síntomas físicos
Desde su larga experiencia, García Pérez defiende que «el pediatra tiene que añadir a la historia clínica del niño una historia social porque siempre que hay una alteración de conducta, hay que preguntar el contexto familiar». En ocasiones, lo padres cuentan en consulta lo que está pasando, pero otras veces no es así, señala este especialista, y es el médico quien tiene que preguntar. A veces basta simplemente con escuchar.
«Los pediatras sabemos que, por ejemplo, el destete, un cambio de domicilio o el comienzo de la escuela infantil pueden ser circunstancias más importantes para un niño que una viriasis. No obstante, las historias clínicas, plagadas de episodios banales, toses y estornudos, raramente recogen estos datos, ni otros tan relevantes como la muerte o la enfermedad grave de un progenitor, el divorcio reciente o conflictivo de sus padres, etc. Hechos trascendentes que conocemos sin necesidad de hacer un tercer grado a la familia si tenemos una actitud de escucha activa en la consulta», añade Martínez.
Sin embargo, a veces, llegar a todo no es fácil, sobre todo por la falta de profesionales que tiene el Sistema Nacional de Salud en la actualidad. Los datos reflejan que el 30% de la población infantil está siendo atendida por médicos no especialistas en Pediatría. Así, y según señala una nota de prensa de la AEPap, «para garantizar la calidad en la atención, son precisas ratios máximas de 1.000 tarjetas sanitaria por pediatra».
«En general, los pediatras podemos manejar los síntomas normales en la consulta, y sólo en algunos casos derivar a un psicólogo», afirma Martínez. Está claro que los problemas psicosociales aumentan las consultas y es preciso atenderlos, «pero evidentemente no somos psicólogos, jueces, ni trabajadores sociales con fonendoscopio. Además, es importante desmedicalizar los problemas de la vida y, en este sentido, la mayoría de las separaciones no requiere atención por expertos de ningún tipo. Solo acompañamiento y comprensión», sostiene esta profesional.
Por su parte, Marta Carulla, psiquiatra infantil del Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona afirma que «se recomienda derivar a un especialista de salud mental cuando existe afectación psicopatológica del niño». De este modo, añade «no deberíamos psiquiatrizar situaciones vitales frecuentes». En estos casos, el entorno del niño (padres, pediatras, escuela) debería observar cómo se va adaptando el pequeño progresivamente a la nueva situación y detectar si hay signos de alarma. Un divorcio, como hemos dicho anteriormente, es una situación estresante de la vida, «un estresor importante que implica cambios en los referentes principales del niño y requiere un proceso de adaptación; la reacción de los niños a este cambio dependerá del manejo adecuado que hagan los padres y de la vulnerabilidad individual», asegura Carulla.
Pautas
Lo importante de todo es tener la información necesaria para saber gestionar la situación y que los niños sufran lo menos posible. «Hay padres que vienen a consulta justo cuando han tomado la decisión de separarse para saber qué es lo que tienen que hacer ante sus hijos. Para que les demos unas pautas de cómo actuar y saber gestionar el divorcio. También es verdad que estos casos de prevención son menos frecuentes que aquellos que vienen tras las consecuencias de un mal divorcio», afirma Silvia Álava, psicóloga infantil del centro Álava Reyes de Madrid y autora de los libros Queremos hijos felices y Queremos que crezcan felices.
En este caso, Álava habla desde el ámbito privado, donde sí es muy frecuente que los niños y/o los padres acudan a consulta por estos temas, bien por recomendación o por consejo de sus médicos o de sus profesores pero, sobre todo, por la voluntad de los propios padres, para ayudarles en el proceso», explica.
Las consecuencias para los niños son mucho peores cuando hay una mala gestión del divorcio: cuando ambos padres descalifican al otro miembro de la pareja delante del niño; cuando éste está en mitad de las discusiones de los mayores y lo utilizan como árbitro; cuanto le piden que tome posición por alguno de los dos progenitores; o cuando no hay un buen entendimiento entre la ex pareja. Por ello, los adultos deben ser conscientes de que no se debe mezclar nunca a los hijos en los problemas de la pareja, porque ahí es cuando los pequeños sufren.
«Los niños necesitarán ayuda de un profesional, sobre todo, cuando los síntomas sean intensos, por ejemplo, si tienen una ansiedad muy elevada. Desde las consultas se trabaja siempre a la vez, con el niño y con los padres», apunta Álava. Sin embargo, «si un divorcio se hace de forma sana, la adaptación del niño a la nueva situación no tendría por qué conllevar problemas emocionales. Por tanto, la clave de todo está en que los padres sepan gestionar bien el divorcio», concluye.
¿Qué deben hacer los padres?
Las consecuencias en los niños pueden ser más o menos graves dependiendo de varios factores. Influye el grado de conflicto previo entre los padres, si se ha criado o no conjuntamente a los hijos y la capacidad económica de ambos progenitores así como su estilo de vida. Del mismo modo, añade Jesús García Pérez, presidente de la Sociedad Española de Pediatría Social , las reacciones de los niños dependerán de la edad, de las explicaciones recibidas, si se mantiene o no relación con ambos padres, si hay acuerdos entre los progenitores, si hay entre ellos un cierto grado de hostilidad, etc. Este especialista ofrece 14 pautas para orientar a los padres en cómo ayudar a los niños en su divorcio: