Chantaje, manipulación, abuso emocional, maltrato psicológico. Diferentes y complementarios a la vez sustentan el exceso de poder y dominación que ejerce una persona con respecto a otra con la que tiene un vínculo afectivo.
“No me pasa nada”, “Haz lo que quieras”, “Sin ti no soy nadie”, “Si me quisieras no me hablarías así”, “No me considerarás tan amigo/a cuando prefieres salir con otras personas“, ¿Tanto te cuesta hacer feliz a tu padre/madre?”. ¿Reconoces haber escuchado estas expresiones o similares? ¿Te sientes atrapado/a en este tipo de situación emocional que te pesa y a la que no le encuentras salida? Alerta, quizás estés viviendo un caso de abuso emocional.
Si bien el abuso emocional ha estado vinculado principalmente al maltrato psicológico, existen dentro del mismo situaciones de chantaje y manipulación, sin llegar a ser maltrato, que constituyen también un abuso en sí mismo y es en ellas donde nos vamos a detener.
El/la chantajista o manipulador emocional suele tener un patrón de comportamiento bastante identificable. ¿Quieres saber si estás ante uno de ellos? Descubramos sus características:
- Exigencia como forma más común de comunicarse. Se trata de una exigencia sutil, le encanta jugar a que la otra persona adivine qué es lo que quiere y no cesa en el empeño hasta que el otro acepta o cede ante lo que pide o espera. Suelen ser comunes frases como: “nunca entiendes nada”, “Siempre hay que explicártelo todo”, “tú sabrás lo que has hecho”.
- Se resiste al cambio. Es poco tolerante ante la opinión de los demás, lo que él/ella dice es lo único que vale. Culpa al otro de su insatisfacción, frustración, tristeza o enojo, siempre viendo la paja en el ojo ajeno. Son frecuentes expresiones como: “Que tú lo veas así no quiere decir que tengas razón”, “habló el/la listo/a de la clase”, “como nunca haces caso a tu padre/madre, así te va”.
- La presión como su arma más letal. Puede llegar a ser agotador/a. No para hasta conseguir lo que quiere y en el camino hasta lograr su propósito utiliza toda una serie de recursos emocionales, sustentados en la manipulación, como el llanto, la rabia, la ira, la culpa, la vergüenza, etc. A destacar enunciados del tipo: “Qué vergüenza, que dirán los vecinos si te ven así vestido/a”, “Te lo repetiré tantas veces como sean necesarias”, pero también el silencio. Hacen de la indiferencia su castigo más duro con la intención de hacer sentir mal a la otra persona y que ésta le pida perdón o haga lo que espera de ella.
- Amenaza constante. Si siente que no va a conseguir lo que quiere empieza a advertir de las consecuencias que tendrá el pensamiento o acción del otro. Generalmente consecuencias emocionales en relación al daño que le hace su negativa, y en situaciones más extremas la amenaza de muerte: “Me vas a matar un día de estos”, “Un día me va a dar un infarto”, “atente a las consecuencias, luego no vengas llorando”.
- Se ancla en el rol de víctima. Utiliza el chantaje emocional para hacer sentir mal al otro. Se refugia en el lloro, en el desconsuelo y la desdicha para ganar el terreno emocional que considera que le corresponde. “Déjalo no lo hagas, si ya sé que no valgo para nada”, “No te preocupes por mí, total para lo que me queda que vivir”, “Si hijo/a si ya sé que soy un/a ignorante”.
- Se nutre de la obediencia de la otra persona para conseguir lo que busca. Utiliza su posición dominante ante las emociones del otro que no quiere verlo/a mal y acepta lo que el “abusador” quiere. Por tal de que no se cree una situación más tensa y el problema se haga mayor, la persona que lo sufre cede.
- Domina el arte de las promesas incumplidas. Cuando siente que el otro se empieza a alejar, su forma de retenerlo es prometiendo que va a cambiar, pero eso nunca sucede ya que al sentirse de nuevo empoderado vuelve a la misma dinámica de siempre.
- Da para recibir. Utiliza los regalos para conseguir el favor emocional del otro, hacerlo sentirse bien es su manera de manipularlo y tenerlo a su merced.
Como podemos ver, el abuso emocional no solo puede estar presente en relaciones de pareja sino que cualquier relación afectiva puede ser susceptible de abuso, ya que se nutre del afecto que la persona tiene hacia el/la abusador/a. Madres/padres que se victimizan o lloran cuando el/la hijo/a no les da lo que quieren, amigos que dejan de hablarte a modo castigo porque no obtienen de ti lo que desean, parejas que optan por el silencio o la indiferencia para hacerte sentir que eres el/la culpable de su enfado, son todos ejemplos de abuso emocional.
¿Cómo actuar ante este tipo de abuso?
- Debes ser tu prioridad. Tu eres tu mejor aliado/a y tu peor enemigo/a. Eres el punto de partida desde donde empezar a construir la vida que deseas.
- Tu autoestima es la base de tu equilibrio emocional. La valoración y el concepto que tengas de ti mismo/a son los cimientos, las bases que te fortalecen o te debilitan. Tú decides, asegúrate de que la elección está de tu lado.
- Aprende a comunicarte asertivamente. Hay que decir lo que uno piensa y siente sin entrar en conductas sumisas ni agresivas.
- Comienza a establecer límites saludables. Debes aprender a decir no sin sentirte culpable.
- Rodéate de personas positivas. Te cargarás de energía vital, las emociones se contagian.
- Practica la relajación y la meditación. Calmar la mente hace que las cosas se vean de otra manera y nos sirve de impulso para llegar donde queramos.
- Abandona el papel de víctima y empieza a ser el/la protagonista de tu vida. La queja no hará más que frenarte, una actitud proactiva te liberará del círculo vicioso en el que te encuentras inmerso/a.
- Aprende a diferenciar lo que es una petición de lo que es una exigencia. Procura ser objetivo/a, identificar si tu mente incurre en alguna disonancia cognitiva o trampa del pensamiento que engrandece lo que sucede hará que manejes mucho mejor las situaciones emocionales.
- Sal de tu zona de confort. Lo conocido no siempre es lo mejor, hay que atreverse a descubrir nuevas zonas donde aprender y conocer que el mundo se puede ver desde otra perspectiva.
- No evites el conflicto, enfréntate a él. Mirar para otro lado no hará que las cosas cambien, al miedo se le enfrenta de cara.
- Detecta tus propios miedos. Conocerte bien, ver lo que te preocupa, te limita, te atormenta, es un magnífico punto de partida para encontrar la solución.
- Enfócate en buscar soluciones, no culpables. No se puede cambiar el pasado, ni predecir el futuro, pero sí construir un presente saludable ya que en él pensamos, sentimos y actuamos todos los días.