El miedo a enfermar no es exclusivo de los que llamamos “hipocondriacos”. ¿Quién no teme perder la salud, contagiarse de algún virus o ser víctima de algún extraño mal? Mucho más ahora, cuando diariamente sabemos de nuevas enfermedades o de personas que conocemos desarrolla cáncer, problemas de tiroides y un larguísimo etcétera.
Hasta ahí todo muy bien: el miedo a enfermar es normal y, de hecho, es un mecanismo de protección que impide que nos expongamos de forma temeraria a situaciones o elementos que pueden afectarnos de manera muy negativa. El problema viene cuando ese miedo es totalmente infundado, o se mantiene de manera constante sin una razón de peso para ello.
También hay personas que no tienen un constante miedo a enfermar, pero que cuando enferman piensan que ocurrirá lo peor. Frente a un dolor de cabeza fuerte, asumen que hay muchas probabilidades de que sea un derrame cerebral o un tumor. Así, su diagnóstico más probable siempre se desliza hacia el peor de los posibles.
El miedo a enfermar y la hipocondría
La hipocondría es un síntoma que se expresa como convicción de padecer una o varias enfermedades sin que existan realmente. Un hipocondriaco permanece atento a todas las señales de su cuerpo y siempre las interpreta como manifestaciones de alguna patología. Además, esta vigilancia permanente de las fluctuaciones en las señales corporales se retroalimenta de manera muy fácil, ya que sobre todo a medida que cumplimos años es fácil que todos los días alguna parte de nuestro cuerpo emita alguna señal confusa.
Las personas con hipocondría tienen una dosis alta y frecuente de angustia en sus vidas. También es habitual que carguen con una enorme carencia de afecto. Por eso, sin que sean conscientes de ello, desplazan esa angustia y ese sufrimiento hacia una obsesión: enfermar. Estas personas no aceptan que en realidad es un padecimiento emocional lo que los lleva a asumir una actitud obsesiva frente a la enfermedad física.
Lo grave es que esa ansiedad elevada sí puede conducir a múltiples malestares físicos, que van desde dolores de cabeza hasta problemas con la presión arterial o males mucho peores. También es frecuente que este tipo de personas desarrollen más fácilmente enfermedades autoinmunes o degenerativas como artritis o, en otros casos, cáncer. De uno u otro modo, hacen realidad su fantasía.
La fobia a la enfermedad no es hipocondría
La fobia a enfermar se parece a la hipocondría, pero no es lo mismo. En este caso, lo que sucede es que una persona siente que está expuesta constantemente a la posibilidad de enfermar y le aterra que un descuido termine afectando su salud. También sienten que toda enfermedad es catastrófica.
Aunque también es una conducta obsesiva, en este caso tiene más que ver con sentimientos agresivos reprimidos o con sentimientos de culpa inconscientes. Quien padece de fobia a la enfermedad espera que en cualquier momento se haga efectiva una especie de “castigo latente”, que, en su fantasía, debe recibir.
La fobia a enfermar también puede ser una manifestación de traumas o de estrés postraumático. Quien ha sido testigo de enfermedades cruentas o dolorosas puede haberse sentido extremadamente impresionado por ello. Si no digiere o trata profesionalmente esta experiencia puede transformarse en una fobia crónica.
Del miedo a enfermar a la enfermedad
Tanto la hipocondría como la fobia a enfermar son condiciones mentales y emocionales muy nocivas para el ser humano. En ambos casos hay un alto componente de estrés y de ansiedad que, obviamente, terminan traduciéndose en el cuerpo. La angustia altera el funcionamiento de tu cerebro y, como consecuencia, la forma de operar de todo tu organismo.
Pero además de esto, en el caso de los hipocondriacos suele suceder que terminen acudiendo a prácticas que sí conllevan un riesgo real para su propia salud. Si consultan al médico y este les dice que orgánicamente no tienen ninguna afección seria, se sienten defraudados. Esto puede llevarles a seguir tratamientos paralelos, como la automedicación o la consulta con charlatanes que les digan lo que ellos quieren escuchar: que están enfermos y deben ser tratados. Las consecuencias de esto son impredecibles.
Quienes tienen fobia a enfermar pueden llegar a vivir situaciones similares. Son tan extremadamente cuidadosos con su salud, que terminan volviéndose muy vulnerables a la enfermedad. Hay quienes se vuelven tan obsesivos con la limpieza, por ejemplo, que terminan dando lugar a un organismo altamente sensible a cualquier agente externo. Desarrollan alergias al polvo, al humo, o a cualquier tipo de suciedad, por mínima que sea.
Por eso se dice que el miedo a enfermar, enferma. Estas personas fijan su atención, en forma desmedida, sobre su cuerpo. Lo convierten en el campo de batalla de una angustia que no logran resolver. Y, a la larga, solo consiguen que sus fantasías obsesivas se conviertan en realidad porque sin darse cuenta han creado todas las condiciones necesarias para hacer de la salud una guerra sin tregua.