Las técnicas de autocontrol son un conjunto de procedimientos a través de los cuáles el terapeuta enseña a los sujetos estrategias que les permiten diseñar (auto) intervenciones con los objetivos de: a) modificar la frecuencia, intensidad y duración, de sus propias conductas en distintos contextos por medio de la manipulación de las consecuencias o la reorganización de las situaciones antecedentes (objetivo específico) y b) alcanzar metas a corto y largo plazo (objetivo general).
El autocontrol se suele centrar especialmente en aquellas circunstancias en las que se produce en conflictos de intereses, es decir, las consecuencias de las acciones difieren dependiendo de su presentación temporal. Se hablaría, por tanto, de autocontrol cuando las pautas de actuación se dirigen en especial a fortalecer dos aspectos relacionados con la ejecución y/o inhibición de una conducta: la persistencia o mantenimiento de un determinado patrón de actuación, aunque las consecuencias inmediatas no sean gratificantes y los beneficios se obtengan a medio o largo plazo, y la resistencia o inhibición ante determinadas formas de funcionar más reforzantes a corto plazo. Es decir, el comportamiento se hace menos dependiente de sus efectos a corto plazo de cara a lograr objetivos con beneficios a más largo plazo.
Este conjunto de competencias se asume que son resultado de experiencias de aprendizaje que comienzan en las primeras etapas de la infancia y que inicialmente son reguladas por agentes externos para posteriormente ir independizándose de las influencias externas.