¡Ay, los problemas, los malditos problemas! Llevan toda la vida quebrándonos la cabeza. Desde los que nos ponían en el colegio para que aprendiéramos matemáticas hasta los que nos encontramos en nuestro día a día. Lo bueno es que, antes de hacer frente a los primeros, teníamos unos profesores que nos enseñaban el procedimiento para poder solucionarlos.
Pero, ¿qué podemos hacer para afrontar los de la vida real? Estos carecen de fórmulas establecidas que den siempre un resultado concreto, ¿verdad? ¡No desesperemos! Aunque no haya un método exacto que nos diga que si hacemos una cosa va a tener una determinada consecuencia, sí que podemos guiarnos mediante la técnica de solución de problemas, que nos va a ayudar a tomar la decisión más adecuada.
¿Qué es la terapia de solución de problemas?
Los conflictos forman parte de la vida y todos los sufrimos. Los seres humanos somos por naturaleza solucionadores de problemas, aunque algunos llevan mejor esta “naturaleza” que otros. ¿Esto qué nos sugiere? Que es una habilidad que se puede entrenar. Por ello, D’Zurilla y Golfried idearon la terapia de solución de problemas en 1971.
Esta técnica nos va a facilitar la labor de identificar los problemas, el generar distintas alternativas de solución y la selección de la respuesta que pueda ser más eficaz entre las propuestas elaboradas. De esta forma, contaremos con una herramienta más para controlar las emociones negativas que pueden surgir ante diferentes obstáculos.
Para ello, se debe seguir un método compuesto por cinco fases que explicaré más detalladamente a continuación. El procedimiento es largo, pero merece la pena ponerlo en marcha para situaciones problemáticas importantes. Los pasos a seguir son:
Fase 1: orientación hacia el problema
El primer paso que hay que dar antes de intentar solucionar un problema es adoptar una actitud positiva hacia el conflicto y hacia las habilidades que poseemos para hacerle frente de forma exitosa. Debemos fomentar las creencias de autoeficacia, asumiendo que podemos llegar a resolver el problema e identificando aquellos lastres con los que partimos, como la falta de seguridad en nosotros mismos.
Por otro lado, es importante cambiar la visión que tenemos sobre el problema. En lugar de pensar negativamente sobre él, lo que nos va a dificultar encontrar una solución, tenemos que percibirlo como un reto que nos va a ayudar a crecer personalmente, haciendo que nuestras habilidades mejoren.
Además de todo esto, tenemos que ser capaces de parar y pensar antes de actuar para poder completar esta primera fase del proceso. Esto es así ya que, si actuamos de forma impulsiva, cometeremos errores al tratar de resolver el problema.
Fase 2: definición y formulación del problema
Una vez que hemos asumido que existen problemas y que podemos encontrarles soluciones adecuadas, pasaremos a la siguiente fase. En esta trataremos de definir y formular adecuadamente el conflicto. Esto es muy importante, ya que una vez que tengamos claro cuál es el reto de forma concreta, habremos recorrido una buena parte del camino.
Así, una buena idea es empezar recopilando la información relevante, describiéndola en términos concretos, específicos y relevantes. Es muy importante que nos basemos en los hechos objetivos, es decir, en cómo quedarían retratados por una cámara de vídeo, que no puede grabar nuestros pensamientos, sino solo lo que pasa, al margen de nuestras valoraciones.
También es necesario identificar por qué esa situación que se ha dado es un conflicto. Además, hay que reevaluar el significado de este para el bienestar personal y social. Por último, debemos tomar conciencia de que no todos los problemas son resolubles y, los que lo son, implican grados diversos de dificultad. Tenemos establecer una meta realista de solución. Podemos incluso descomponer un problema que sea más complejo en distintos “subproblemas” cuya solución sea más fácil de llevar a cabo.
Fase 3: generación de soluciones alternativas
Cuando hemos conseguido llevar a cabo los dos pasos anteriores y sabemos cuál es el problema exacto al que nos enfrentamos, llega el momento de generar tantas soluciones alternativas como sea posible. Esto nos va a resultar difícil, ya que estamos habituados a responder de forma automática ante las situaciones conflictivas, pero hay que dedicarle tiempo a trabajar en ello: tanto como primera tarea como pensando mientras hacemos otra tarea. De hecho, se ha demostrado que distraernos nos ayuda a encontrar soluciones más creativas.
Cuantas más soluciones alternativas produzcamos, más ideas estarán disponibles y tendremos más probabilidades de encontrar la mejor respuesta a nuestro conflicto. También seremos capaces así de encontrar ideas de mejor calidad. Es importante recordar que en esta fase no evaluamos la calidad de las soluciones, ya que el juicio inhibe la imaginación, por lo que las valoraremos en el siguiente punto.
Fase 4: Toma de decisiones
Ahora ha llegado el momento de comparar y juzgar las distintas alternativas que hemos generado en el paso anterior. En base a la evaluación que hagamos, seleccionaremos la o las mejores para ponerlas en práctica respecto al problema que tenemos.
¿Cómo vamos a hacer esto? Pues en cada solución propuesta, indicaremos los costes y beneficios a corto y largo plazo para seleccionar la solución o conjunto de soluciones que creamos que nos ayudarán a conseguir los resultados esperados. Para ello, nos basaremos en cuatro criterios:
Con los resultados que obtengamos debemos ver si el problema es resoluble, si necesito más información antes de poder poner en marcha una alternativa y cuál debería elegir. Si no fuera así, tendríamos que volver a las fases previas del proceso para poder llegar a conseguir una solución satisfactoria.
Fase 5: Ejecución y verificación
Una vez que hemos elegido la solución adecuada, ¿qué queda por hacer? ¡Ponerla en práctica! Solo así sabremos si es la alternativa adecuada para superar la situación problemática. Una vez que la ejecutemos, tenemos que observarnos de forma objetiva y comparar el resultado obtenido con el predicho. Si encontramos que no es el esperado, debemos buscar el origen de esta discrepancia para poder corregirla.
Finamente, cuando resolvemos un problema complicado solemos olvidarnos de hacer algo tan importante como premiarnos. Hay personas que se pasan la vida de angustia en angustia y cuando no tienen ninguna la anticipan. Hacer esto es sin duda una de las mejores formas de terminar sepultados bajo la piedra del estrés.
Lo importante de todo esto está en que tenemos que dejar de darle vueltas a los problemas en la cabeza, buscando soluciones pero sin poner en marcha ninguna, lo cual nos va a generar un grado elevado de malestar o incluso llevarnos a padecer trastornos de ansiedad o depresión.
Tenemos que arriesgarnos y tomar una decisión, dar un paso al frente. ¡No pasa nada por equivocarnos! ¿Quién es perfecto? ¡Nadie! Por lo tanto, es mejor tomar una decisión errónea, que quedarnos pensando y pensando sin hacer nada. Ahora que ya sabéis cómo, os invito a encontrar la solución a los retos que se os presenten.