En España los delitos que se cometen en el seno de la pareja son un problema social, siendo el homicidio el más grave de todos ellos. Si bien son más frecuentes los casos en los que un hombre agrede a su mujer, también los hay por parte de una mujer hacia el hombre.
Desde la perspectiva de la perfilación criminal, no hay estudios en nuestro país que analicen las conductas llevadas a cabo en la escena del crimen de homicidios cometidos en la pareja, lo cual sería útil para determinar el tipo de violencia más común en estos casos permitiendo conocer más datos acerca de las características de personalidad del agresor, de la víctima y de la interacción entre ambos. Es por ello que surge esta investigación.
Pese a la existencia de múltiples tipologías de violencia, la escogida por los autores es la dicotomía expresiva-instrumental, puesto que en la literatura científica precedente ha sido la utilizada al clasificar las conductas del agresor en la escena del crimen en un tipo u otro.
La violencia expresiva se define como un ataque físico extremo contra la víctima debido a condiciones precipitadas por componentes de la esfera emocional, esencialmente la ira, por lo que suele estar inducida por factores ambientales como amenazas, discusiones, insultos, agresiones físicas o fracasos personales. Todo ello hace que aumente la tensión interna del agresor y consecuentemente su activación fisiológica (arousal) que, sumada a los estresores psicosociales mencionados, se materializa en forma de conducta violenta. El fin último es la víctima y el sufrimiento de ésta (Anderson y Bushman, 2002; Block y Block, 1993; Horning, Salfati y Crawford, 2010; Miethe y Drass, 1999; Salfati y Bateman, 2005; Salfati y Canter, 1999; Salfati y Haratsis, 2001; Salfati y Park, 2007; Trojan y Krull, 2012; Weinshenker y Siegel, 2002).
Sin embargo, la violencia instrumental suele formar parte de una temática criminal más amplia del autor, pues utiliza a la víctima como un medio para obtener un objetivo ulterior y tiende a tratarla como un objeto a partir del cual obtiene un beneficio personal. Es fría emocionalmente, más planificada y calculada. Surge del deseo de poseer algo de la víctima, sean propiedades, dinero, sexo… (Anderson y Bushman, 2002; Crabbé, Decomene y Vertommen, 2008; Glenn y Raine, 2009; Salfati, 2000; Salfati y Bateman, 2005; Salfati y Canter, 1999; Salfati y Park, 2007; Santtila et al., 2003; Trojan y Salfati, 2010; Weinshenker y Siegel, 2002).
Para llevar a cabo la investigación, se analizaron un total de 322 casos de homicidio cometidos en el seno de la pareja obtenidos a partir de sentencias firmes dictadas por las Audiencias Provinciales de todas las Comunidades Autónomas españolas y por el Tribunal Supremo. La información se recogió mediante el Protocolo de Análisis del Crimen Violento en Homicidios Familiares – PACVHF – (Soria & García, 2011), un cuestionario formado por 96 variables relacionadas con información sobre la víctima, el agresor, la escena del crimen y las conductas previas, durante y post-criminales, así como información criminalística, médico-forense y jurídica.
Se seleccionaron diferentes variables del PACVHF clasificándose en expresivas o instrumentales en función de la literatura científica precedente, relativas a la conducta criminal, a la estructuración del crimen y a la existencia de conciencia forense o no en el agresor.
Los resultados indicaron que el tipo de conductas predominantes en la escena del crimen de homicidios cometidos en la pareja corresponden con el tipo expresivo de violencia en detrimento de la instrumental, tal y como sucede en otros países como Reino Unido (Salfati, 2000), Grecia (Salfati&Haratsis, 2001), Finlandia (Santtila et al., 2001) y Bélgica (Thijssen& De Ruiter, 2011). Por lo tanto, parece lógico concluir que la violencia expresiva suele ocurrir cuando existe una relación previa, íntima y cercana entre la víctima y el agresor. A mayor cercanía relacional, mayor expresividad conductual (Horning et al., 2010).
Tal y como muestran los resultados, no hay conciencia forense en la muestra de agresores, la estructuración del crimen en función de si el arma era llevada a la escena del crimen o elegida allí mismo indica una concepción híbrida de violencia expresiva-planificada (Salfati& Park, 2007) y la conducta homicida más común fue el apuñalamiento seguido del golpe con objeto contundente.
En cuanto a las diferencias en función del sexo del agresor, los hombres mostraron conductas más expresivas mientras que las mujeres resultaron más instrumentales a la hora de cometer el homicidio. Por ejemplo, los hombres emplean con más frecuencia el apuñalamiento mientras que las mujeres la intoxicación (ej. envenenamiento).
Respecto a líneas de investigación futuras, consideramos necesario ampliar el estudio de las conductas presentes en la escena del crimen en otros delitos violentos, como homicidios entre desconocidos para identificar posibles efectos de la existencia o no de nexos afectivos entre víctima y agresor, o cambios en su interacción criminal. Ello determinaría la posible existencia de consistencia conductual cuando aparecen varias escenas del crimen y facilitaría la investigación criminal.