Para la psicóloga familiar Svetlana Merkulova, una simple frase pronunciada sin pensar puede llegar a afectar la salud mental de un niño, por lo que es necesario elegir cuidadosamente las palabras al comunicarte con tu hijo, y entender que hay frases de las cuales deberíamos olvidarnos por completo. Aquí algunos ejemplos:
Cuando yo tenía tu edad me iba muy bien en la escuela
Desde el nacimiento, y hasta los 6 años, papá y mamá son prácticamente dioses para el niño: ellos lo saben todo y todo lo pueden. Son los padres quienes enseñan al niño a relacionarse con él mismo y con el mundo que lo rodea. La frase en cuestión puede interpretarse como una competencia del padre o madre con su hijo, es como si le dijera: “Nunca podrás ser como yo, no importa cuánto lo intentes, soy mejor que tú”. Los niños que crecen en un contexto así por lo general intentan demostrarle a su familia que son buenos. Con este tipo de mensajes lo que estaríamos haciendo es estimular la parte narcisista del niño, lo que provocaría que quiera alcanzar sus metas, no para sí mismo, sino para agradar a mamá y papá, con tal de que reconozcan que es digno de ellos. Al crecer, estos niños no son capaces de alegrarse con sus logros, pues desde pequeños aprendieron a estar en función de la aceptación de los demás.
Tu hermana tuvo 10 en el examen y tú 8
La mayoría de los padres hacen todo con la mejor intención. Quizás ellos mismos tuvieron una experiencia similar en su infancia y por eso aluden a un “no hay nada malo, a mí también me dijeron eso y mira, soy una persona de bien”. Ellos lograron “olvidar” lo mucho que duele cuando papá o mamá te rechazan diciendo “Tal niño es mejor que tú” Soportar algo así causa en realidad mucho dolor, y ese dolor suele acompañar a los niños aun en su vida adulta (además de generar una rivalidad con quien es comparado). El niño siempre se siente mal cuando lo comparan con otro compañerito de clase o con su hermano. Al crecer seguirá comparándose con otros, nunca a su favor.
Si te portas mal ya no te voy a querer
Con una frase así el niño empezará a esforzarse al máximo para actuar “correctamente“, según la perspectiva de los padres. Dejará a un lado todos sus deseos y necesidades, y estará muy atento a adivinar lo que sus padres quieran de él. A fin de cuentas, el niño dejará de tener existencia propia. Como adulto, lo más probable es que constantemente esté buscando satisfacer a la gente y viva bajo el principio de: “Quiero que me amen y para eso debo gustar y satisfacer, no escucharé mis propios deseos, sino que haré todo por cumplir los de otras personas”.
No me avergüences
Esta es otra manera de decirle a nuestro hijo que nos avergüenza. Los niños que escuchan ese tipo de frases con frecuencia querrán que la gente vea quiénes son ellos en realidad. Curiosamente, cuando reciben la atención de alguien no saben qué hacer con ella: se esconden, se cierran, se pierden. Es como si no tuvieran elección, como si solo pudieran ser la vergüenza de alguien. “Me avergüenzas” son dos palabras clave si quieres generar un trauma en tu hijo.
Eres igual a tu padre (o madre)
Esta frase deja ver claramente la relación que existe entre papá y mamá: lo infelices que se sienten el uno con el otro, y decirlo transmite al niño una gran incomodidad. En otras palabras, papá y mamá no pueden arreglar sus problemas directamente, así que se mandan mensajes indirectamente, contaminando a su hijo. Si mamá dice “Eres tan terco como tu papá” significa que papá es una mala persona con quien es imposible llegar a un acuerdo. Ahora bien, ¿será que el niño querrá ser terco y malo como su padre? ¿Qué imagen de los hombres se hará una niña que escuche algo así? Cuando las malas relaciones de pareja se proyectan en el niño, él deberá vivir con eso. Por otro lado, también puede interpretar esta frase como “es más fácil tratar con chicas que con chicos” (o viceversa). Los padres usan este tipo de manipulación si hay una batalla por el niño y el pequeño necesita elegir con quién vivir o pasar el tiempo (y de paso le generan un trauma).
Si no te comes la sopa serás tonto y débil
Yo tenía una conocida a quien en su infancia le dijeron “si no te lo comes, el pan va a correr tras de ti toda la noche”. Aunque parezca muy gracioso, ella le tenía mucho miedo al pan, es decir, sus padres lograron exactamente lo contrario a lo que querían. Frases como esas son manipulación en su estado más puro, y con mucha frecuencia son usadas por abuelos y abuelas que tuvieron que soportar el hambre en su infancia, y van pasando silenciosamente su trauma de generación en generación. Una expresión así puede hacer que el niño desarrolle miedos infundados y/o desórdenes alimenticios.
Si te portas mal le voy a llamar al coco para que te lleve
Esta frase le dice al niño que él es valioso solo si hace lo que sus padres quieren. Decir algo así le da a entender a tu hijo que no debe ser él mismo, sino alguien que se ajuste por completo a expectativas en muchos casos irrealizables. Eso, y el miedo de que quien lo protege sea capaz de entregarlo a una creatura desconocida y horrible que tiene lugar solo en la peor de las pesadillas infantiles. En su edad adulta estos niños encontrarán difícil confiar en alguien, no sabrán lo que quieren e intentarán gustarle a todos y cada uno.
¡Vete a tu cuarto, que no te quiero ver!
Traducción:”¡Me arruinaste la vida, desaparece!”. Como consecuencia, el niño vivirá con un profundo sentimiento de culpa ante sus padres por haber truncado su vida. Sentirá constantemente el rechazo de los demás.
Hay que ser muy cuidadosos con este tipo de frases porque es un peso que los hijos podrían cargar toda la vida. En general, antes de decirle algo a tu hijo piénsalo bien. Pocos adultos son conscientes de lo que dicen, y no les vendría mal escucharse de vez en cuando. Haz el experimento de grabarte mientras te relacionas con tus hijos, luego escúchate y presta atención a las palabras que le dices a tu retoño. Te aseguro que descubrirás muchas cosas, algunas de ellas pueden no ser las mejores.