El desarrollo moral y emocional de los niños se produce al mismo tiempo que nosotros desarrollamos nuestro nuevo rol de padres, es decir, los niños crecen experimentando emociones que son nuevas para ellos, y al mismo tiempo nosotros como padres, también sentimos y vivimos situaciones totalmente novedosas, experiencias que no habíamos resuelto anteriormente y, de repente, en cuestión de pocos minutos, tenemos que decidir qué hacer ante nuestro hijo iracundo, tirado al suelo, gritando y pataleando con gran energía. ¡Horror! Todas las alertas se disparan, y aún más si la rabieta ocurre en mitad del supermercado, en el parque o en cualquier lugar en el que, encima, nos sentimos evaluados.
Para ello, no hay reglas mágicas, pero sí algunas orientaciones útiles. Es bueno que podáis practicarlas en contextos ‘seguros’ de forma que ganéis confianza en vosotros mismos, y así cuando estéis en un lugar en el que os sintáis observados, podáis tener un mayor autocontrol de la situación.
¿Cómo conseguimos esto?
Si, por ejemplo, el enfado o la rabieta viene porque el niño quiere conseguir algo, y consideráis que eso ‘No puede ser’, lo más posible es que al decirle que ‘No’, el niño responda con agresividad. Es aquí cuando vosotros no debéis responder con la misma agresividad, ese es el momento de aprendizaje para los niños, es en ese instante, en el que os convertís en un espejo en el que ellos observan y esperan ver cuál es la manera de responder ante el enfado.
En ese momento:
Recordad, el objetivo principal es transmitirle que queremos saber qué le ocurre, qué le enfada, pero que el comportamiento que adopta para expresarlo no es el correcto (tirarse al suelo, gritos, patadas, llorar fuertemente). Es importante transmitirle que nos gusta que comparta sus emociones, y enseñarle cómo puede hacerlo.
Escríbenos por WhatsApp