Dentro de las poblaciones afectadas, los niños constituyen un grupo especialmente vulnerable. Se estima que la mitad de las 43 millones de personas desplazadas por situaciones de conflicto son menores y un tercio viven en campos para refugiados.
Tanto las condiciones asociadas a los campos de refugiados (inseguridad, malnutrición, acceso limitado a la educación, pobres condiciones higiénicas y de salud y exposición a la violencia y al abuso), como la historia de violencia y persecución, que suele caracterizar la vida de estos niños obligados a abandonar sus hogares, suponen una doble amenaza para su salud mental y para sus opciones de desarrollo futuro.
Precisamente el Foro Económico Mundial publicó hace unas semanas un artículo en el que alertaba sobre los problemas de salud mental de los niños refugiados y sobre la necesidad de desarrollar tratamientos psicológicos que puedan aplicarse en dichos contextos de actuación.
Con el título “Estamos fallando a millones de refugiados niños y creando una generación perdida” (We’refailingmillions of refugeechildren and creating a lostgeneration), el artículo expone los principales problemas de salud mental que afectan a estos niños, con historia de múltiples traumas, y entre los que ocupan un lugar destacado los trastornos de conducta, los trastornos del estado de ánimo, los trastornos de la ansiedad y el trastorno por estrés postraumático. Asimismo, los problemas de adaptación a un nuevo entorno, la falta de apoyo social, el estrés por aculturación o la discriminación constituyen dificultades que pueden agravar aún más la presencia de trastornos psicológicos.
El artículo del Foro Económico Mundial expone la necesidad de invertir más esfuerzos en investigación sobre tratamientos psicológicos para mejorar la salud mental de niños en campos de refugiados, dada la escasez de estudios. Una revisión sistemática realizada en el año 2014 por los autores Tyrer y Fazel, publicada en la revista PLOSone, localizó 21 estudios de este tipo (de los cuales siete se habían realizado en campos de refugiados). Según dicha revisión sistemática, la terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma y la terapia de exposición narrativa – ambas centradas en el procesamiento verbal de las experiencias vividas- fueron las intervenciones más frecuentes, junto con las técnicas creativas de expresión artística o una combinación de estas intervenciones.
Los resultados de la revisión muestran que la terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma y la terapia de exposición narrativa, tanto en la modalidad de aplicación individual como grupal, fueron las que mostraron mejoras significativas con mayores tamaños del efecto en depresión, ansiedad, sintomatología postraumática, alteraciones funcionales y conflictos entre compañeros en los niños desplazados por situaciones de guerra.
Tal y como subraya el artículo del Foro Económico Mundial, es necesario seguir avanzando en el desarrollo de intervenciones integrales o multimodales que puedan ser puestas en marcha en estos contextos de intervención en primera línea y que tengan en cuenta la mejora del funcionamiento psicológico y otros factores como la adaptación social y cultural y la salud física de los niños refugiados y sus familias.