Si fomentamos que nuestros hijos expresen sus sentimientos, les enviamos el mensaje de: “Te veo”, “Te escucho” y “Me preocupo por ti”, y que es apropiado hablar de emociones sin empañarlas de juicios y creencias preestablecidas.
Las emociones forman parte de nosotros, no podemos ignorarlas e influyen en nosotros poderosamente. Si no les prestamos atención no podemos estar seguros de cómo van a influir en aquello que pensemos, digamos o hagamos, lo cual puede complicarnos la vida.
Enseñemos a nuestros hijos a identificar sus emociones desde pequeños, a ponerles nombre y, sobre todo, a legitimarlas, dejar que vivan en nuestro interior y aprender a manejarlas para que no “decidan” por nosotros. Una gran herramienta para ello es el libro ¿Cómo formar hijos emocionalmente sanos?, que puedes descargar aquí mismo.
Las emociones nos dan información valiosa sobre quiénes somos y qué necesidades tenemos. Estos son algunos ejemplos de cómo podemos fomentar en nuestros hijos que expresen sus sentimientos:
Muchas veces es difícil resistir la tentación de creer que sabemos exactamente lo que le pasa a nuestro hijo y cómo se siente. “Es mi hijo”, pensamos, “¿cómo no lo voy a saber? Además, ¡yo también he sido niño!”. No olvidemos que lo que siente le pertenece a él, y caer en el “ya sé lo que te pasa” o en el “no deberías sentirte así porque yo….”, es una manera de ignorarlo.
Lo que nuestro hijo verdaderamente va a agradecer es que preguntemos, en vez de atribuirle nuestra historia, y que podamos hablar con él sin juzgarlo. Solo así, sin emitir un juicio, podremos escuchar su necesidad o lo que está pidiendo detrás de un comportamiento inadecuado o unas palabras inapropiadas.
Como padres debemos estar atentos a esas señales que podríamos llamar “huellas dactilares”, como el enrojecimiento de la cara, el ceño fruncido, temblor del cuerpo… y enseñarles a reconocer sus emociones nos resultará muy útil para conocerlos aún mejor y para que también ellos mismos se conozcan más a fondo. ¿Por qué “huellas dactilares”? Porque son únicas y es importante reconocerlas aun cuando no sean tan evidentes, ya que así podemos ayudar a que nuestros hijos manejen mejor sus emociones.