- Objetividad.
Nuestros hijos nos entienden mejor si marcamos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño. ‘Habla bajito en una biblioteca’; ‘agarra mi mano para cruzar la calle’ son algunos ejemplos de formas que pueden aumentar sustancialmente la relación de complicidad con tu hijo.
- Presentar varias opciones
La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias.
Por ejemplo: ¿Te quieres duchar o prefieres bañarte?’. Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos opciones a un niño para que haga exactamente lo que queremos.
- Firmeza o límites ligeros.
- Firmeza: En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: ‘Vete a tu habitación ahora’ o ‘¡Para!, Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Si sonreímos mientras lo decimos, perdemos credibilidad.
- Límites ligeros: Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no. Ejemplos de ligeros límites: ‘¿Por qué no vas poniendo la mesa?’; ‘Deja de jugar ya, ¿vale?”. Esos límites son apropiados para cuando se desea que el niño tome un cierto camino.
- En positivo. Los niños son más receptivos al hacer lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer (‘habla bajo’) antes de lo que no debe hacer (‘No grites’).
- Guarda distancias. Cuando decimos ‘quiero que te vayas a duchar ahora mismo’, estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: ‘Son las 8, hora de ducha’ y le enseñas el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.
- 6. Explica el para qué de una norma. Cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a los niños, manifiesta la razón en pocas palabras. Por ejemplo: No pegues a ese niño porque le vas a hacer daño.
- Sugiere una alternativa. Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intenta indicar una alternativa aceptable. ‘Aquí no se puede jugar con la pelota, vamos al jardín’. Al ofrecerle alternativas, le estás enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un camino de expresión más correcta.
- Firmeza en el cumplimiento y establecimiento de una rutina. Es cierto que una rutina tiene que tener una flexibilidad a la vez que ser efectivas diariamente. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.
- Desaprueba la conducta, no al niño. Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos. ”La habitación está muy desordenada” Es diferente que decir “Eres un desordenado o eres un desobediente” (desaprobación de la conducta).
- Controla las emociones. Gestionar nuestra emoción, antes que poner una consecuencia a nuestro hijo.