La musicoterapia “se refiere al uso de la música y/o sus elementos (sonido, ritmo, melodía, armonía) realizada por un musicoterapeuta calificado, con un paciente o grupo, en un proceso creado para facilitar y promover la comunicación, las relaciones, el aprendizaje, el movimiento, la expresión, la organización y otros objetivos terapéuticos relevantes para, así, satisfacer necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas. Tiene como fin desarrollar potencialidades y/o restaurar las funciones del individuo de manera tal que éste pueda lograr una mejor integración intra y/o interpersonal y, consecuentemente, una mejor calidad de vida a través de la prevención, rehabilitación y tratamiento” (Comité de Práctica Clínica de la Federación Mundial de Musicoterapia, 1996).
A través de programas formativos se aprende que existe una conexión clara entre la música y funciones cerebrales tales como la memoria, la orientación, el equilibro, la movilidad y la coordinación. También conecta directamente con las emociones, las provoca, las evoca y al mismo tiempo ayuda a expresarlas. Por este motivo, constituye una herramienta útil para la educación.
La música en el aula se puede utilizar:
– Como complemento o elemento de fondo, que contribuye a crear un ambiente agradable en el aula, cuando se imparte cualquier asignatura o se desarrolla alguna actividad práctica. En este caso, el alumno la escucha de manera pasiva, algo inconsciente, pero repercute de forma directa en su bienestar, en su modo de estar y actuar en el entorno educativo.
– Como herramienta directa de trabajo, bien para aprender música o bien para potenciar habilidades motoras y comunicativas. En este caso, el alumno participa activamente al crearla con instrumentos, moverse a su ritmo o realizar una escucha atenta que despierta sus emociones de manera consciente.
Delgado (2015) indica que la musicoterapia favorece en varios aspectos:
Existen diferentes técnicas que se pueden adaptar a las características y necesidades de cada niño (Delgado, 2015):
Canto: entonar canciones ayuda a que los niños aprendan la estructura correcta de las palabras y las frases, por lo que es una excelente herramienta para potenciar el lenguaje. Además, estimula el aparato fonatorio, a la vez que mejora la memoria y la asociación neural.
Audición musical: este tipo de terapia es perfecta para fomentar la atención y el reconocimiento de sonidos, a la vez que ayuda a relajar o activar a los pequeños, en función del tipo de música. También sirve para estimular el lenguaje y desarrollar la memoria de asociación.
Juegos musicales: se trata de actividades basadas en un instrumento o una acción musical, en las que se siguen determinadas normas. Lo mejor es que se pueden aplicar en cualquier tratamiento pues favorecen el desarrollo del pensamiento, la creatividad, la concentración y la memoria. También estimulan la coordinación motora, por lo que son perfectas para los niños que tienen problemas motrices.
Composición de canciones: esta técnica fomenta la creatividad y la imaginación infantil. También estimula la asociación de palabras, el desarrollo del lenguaje y la memoria de evocación. Básicamente, el niño debe componer una canción cambiando una letra que ya conozca o creando una nueva melodía.
Tocar instrumentos: tocar un instrumento musical no solo requiere conocimiento sino también habilidades motoras, por lo que es un buen ejercicio para los niños que tienen alguna discapacidad física o problemas de coordinación. También es una excelente herramienta para desarrollar la capacidad auditiva y la memoria de fijación.
La formación en musicoterapia está popularizándose entre los profesionales de la educación por su efectividad como herramienta de aprendizaje y crecimiento personal, y por adaptarse perfectamente al desarrollo madurativo de cada niño.