No dejamos de ver en las campañas publicitarias los riesgos que nuestros estilos de vida conllevan para nuestra salud. El sobrepeso, el sedentarismo, malos hábitos alimentarios, consumo de alcohol y tabaco, tener el colesterol alto… Todos son factores de riesgo para el desarrollo de distintas enfermedades, como las cardiovasculares.
Sabemos perfectamente que tenemos que comer sano, hacer ejercicio de forma moderada y dejar el tabaco o el alcohol para evitar este tipo de dolencias. Pero no solo influye lo mencionado hasta ahora. Debemos tener en cuenta también una serie de factores psicológicos y sociales.
Emociones negativas: la influencia de la ira en los problemas de corazón.
Se ha encontrado que la ira, la ansiedad y la depresión influyen en el padecimiento de enfermedades cardiovasculares. Respecto a la ira, cabe diferenciar entre la interna (cuando suprimimos su expresión pero la sentimos), la externa (cuando respondemos de forma agresiva al sentirla) y el control de la ira (cuando la regulamos eficazmente).
Se ha demostrado que la ira interna supone un factor de riesgo en el inicio y desarrollo de las patologías del corazón. Esto pasa porque al bloquear su expresión no dejamos de experimentarla. De hecho, bloquearla en muchos casos solo acentúa el malestar emocional.
El evitar expresar nuestro cabreo puede ser tan perjudicial para nosotros como expresarlo sin control.Lo mejor es hacerlo de una forma que no agredamos a la persona con la que estamos interactuando. Una forma de llevarlo a cabo es mediante las técnicas asertivas.
La ira externa también se ha relacionado con estas enfermedades, pero no sólo eso. Además, se ha encontrado que puede suponer un factor de protección frente al infarto de miocardio y el derrame cerebral. Respecto al control de la ira, presentar bajas capacidades para regularla se ha asociado con peores registros cardiovasculares en pacientes con patologías del corazón.
La ansiedad y la tristeza: el malestar emocional y la salud de nuestro corazón.
El malestar emocional suele aparecer tras el diagnóstico de una enfermedad de este tipo. Lo normal es que sea más intenso al principio y que vaya disminuyendo a medida que la persona se vaya adaptando a los cambios del estilo de vida que emprende. Las emociones que más se dan en estas situaciones son la ansiedad y la tristeza.
Respecto a la ansiedad, se ha encontrado que presentar niveles muy altos después de un infarto de miocardio multiplica por cinco la probabilidad de experimentar complicaciones. Por ello es muy importante adquirir estrategias para regular eficazmente un estado de ansiedad.
En cuanto a la tristeza, cuando ésta se vuelve patológica, derivando en síntomas depresivos o en depresión como trastorno, puede ser relevante en el inicio de las enfermedades del corazón. También hace que la adherencia al tratamiento sea peor. Sabiendo esto, es normal que cuando conocemos que padecemos una enfermedad crónica nos sintamos tristes. El caso es que trabajemos para que esa tristeza no se quede con nosotros y se vaya.
Cómo afrontemos el estrés va a influir en cómo esté nuestro corazón
Las personas hacemos frente al estrés y a las situaciones que lo provocan de diferentes formas. Unas van a ser más útiles que otras y van a ayudar a que nuestro bienestar sea mejor o peor. Generalmente usamos estrategias para tratar de solucionar el problema que provoca el malestar y/o tratamos de manejar los sentimientos que nos genera de diferentes maneras.
Las enfermedades crónicas, como algunas de las que afectan al corazón, son un fuente de estrés importante. Por ello se ha investigado qué formas de afrontarlo pueden ser más beneficiosas o perjudiciales para nosotros. En este plano, si tratamos de evitar o desengancharnos (tanto mental como conductualmente) de las dificultades que acarrean los problemas de corazón, tendremos un mayor malestar psicológico. Esto influirá en que nuestro funcionamiento sea peor y tengamos, por tanto, una peor salud física.
Por el contrario, se ha visto que centrarnos en solucionar el problema y en aceptar aquellos aspectos que no podemos cambiar está ligado con una mejor vivencia de la enfermedad, ya que se dan menos síntomas depresivos. Así, las dos estrategias de afrontamiento para la misma enfermedad física pueden suponer una diferencia fundamental en el curso de la misma.
El apoyo social es fundamental para la salud de nuestro corazón
El apoyo social es una herramienta fundamental en nuestro bienestar psicológico general. Por un lado disminuye las influencias negativas del estrés. Por otro, favorece que adquiramos hábitos de vida saludables y que nuestra adherencia al tratamiento sea mejor. Y además, contribuye a que nos veamos más capaces de hacer frente a la enfermedad.
En este sentido, es muy importante la percepción que el paciente tenga del apoyo social del que dispone. Así, se ha relacionado el padecimiento a medio y largo plazo de enfermedades del corazón con una baja percepción de apoyo social en personas que estaban sanas inicialmente.
Dentro del grupo de personas ya diagnosticadas, el pronóstico es peor en personas con bajo apoyo social. Estos pacientes presentan un mayor malestar psicológico, más síntomas cardíacos, menos satisfacción vital, índices más altos de mortalidad y un afrontamiento de la enfermedad menos adaptativo (aspecto relevante, como ya hemos visto).
Así, vemos la importancia que tiene el apoyo social en nuestro bienestar físico y mental. Por ello, es necesario cimentar un buen círculo de apoyo social, especialmente en las personas que padecen del corazón. Además, es positivo que sean conscientes de la importancia de este apoyo.