El cáncer es una de las enfermedades más difíciles de afrontar por sus connotaciones, a pesar de que con los tratamientos actuales la mayoría de los afectados logra curarse. Pero además del sufrimiento que supone para el propio paciente, también afecta, y mucho, al entorno cercano de familiares y amigos. Es tan importante que, en la actualidad, los profesionales de salud, los consideran como un paciente de segundo orden y se los incluye en la atención terapéutica.
El cáncer repercute de forma negativa en las siguientes esferas:
Manifestaciones físicas y psicológicas más frecuentes
Es bien conocido cómo cualquier problema psicológico tiene efectos en el organismo. Cuando una persona tiene un elevado y mantenido nivel de preocupación, es fácil que se traduzca en diversos síntomas físicos como: alteraciones de la alimentación, con subidas o bajadas de peso o inapetencia; trastornos del sueño, como insomnio, insomnio de conciliación o despertares frecuentes; o somatizaciones, que son señales físicas que se generan por estrés, como los síntomas gástricos o de colon, caída del cabello o sensación de presión torácica, entre otros.
No obstante, también se pueden sufrir trastornos psicológicos, como la ansiedad o la depresión, dos síntomas muy frecuentes, tal y como apunta un estudio realizado por la AECC y el Institut de Recerca sobre Qualitat de Vida (Instituto de Investigación sobre Calidad de Vida) de la Universitat de Girona con familiares y amigos cercanos de enfermos de cáncer hospitalizados. El 44,2% y el 23,1% de los participantes mostraron ansiedad y depresión, mientras el 19,2% de la muestra sufría los dos trastornos a la vez. Además, señala Soto, que es una de las autoras del informe, que a raíz del diagnóstico de cáncer, el 11,5% de los sondeados presentaron cambios negativos en sus hábitos de salud (relacionados con la alimentación, el consumo de alcohol, el hábito tabáquico, etc.) y fueron los que mayor sintomatología ansiosa manifestaron.
No hay que perder de vista que el cáncer, todavía hoy, es una de las principales causas de muerte en todo el mundo. Por este motivo, otros síntomas frecuentes son: sensación de preocupación, rumiaciones -pensamientos dañinos constantes que provocan un sentimiento de frustración-, obsesiones, nerviosismo, tristeza, sensación de soledad, aislamiento e impotencia, entre otros.
Siete recomendaciones para el cuidador del enfermo de cáncer
Para disminuir el impacto de la enfermedad en los cuidadores familiares, la psicooncóloga recomienda dos acciones relevantes.
Primero, pedir ayuda: si uno se da cuenta de que está en una situación que le desborda, lo mejor es reconocerlo y solicitar ayuda a la familia, al médico, la enfermera o al psicólogo de referencia.
La segunda es prevenir, y que se puede favorecer teniendo en cuenta diversos consejos, entre los que destacan como más relevantes los siguientes:
Sobrevivir al cáncer
En 2012 la incidencia de cáncer fue de 215.534 casos (dos terceras partes en personas a partir de los 65 años), con una tasa por edad de 215,5 casos por 100.000 habitantes por año y un riesgo de sufrirlo antes de los 75 años del 25,1%. La predicción para este año es que la cifra experimente un leve incremento que se explicaría por el crecimiento y envejecimiento de la población. De hecho, se pronostica que uno de cada tres hombres y una de cada cuatro mujeres tendrán cáncer a lo largo de su vida.
Sin embargo, gracias a los avances en salud, en España hay cerca de un millón y medio de personas que han superado esta enfermedad y se prevé que esta cantidad aumente un 50% para el año 2020, según informa la SEOM. Aunque, en la actualidad, el 66% de los supervivientes rebasa los 60 años, la tendencia es que suba el número en población joven y de media edad.
Una vez curada la enfermedad, empieza una etapa con nuevas necesidades: hay que reinventarse y aprender a invertir las energías para afrontar el futuro, plantearse otros objetivos y perder el miedo a volver a caer enfermo. Pero no es fácil. Para aprender a gestionar estos y otros aspectos, los especialistas advierten de que hacen falta programas que contemplen una rehabilitación a largo plazo, que tenga en cuenta no solo la vertiente física y psicológica, sino también la social.