¿A qué llamamos ansiedad? La ansiedad es un mecanismo de defensa que utiliza nuestra mente para alertarnos de que estamos ante un peligro o riesgo, por lo que cumple una función adaptativa para protegernos de dicha amenaza, bien sea evitando la situación, huyendo de la misma o afrontándola para superarla. Por tanto, se trata de una respuesta innata que tiene como misión la propia supervivencia. Nos ayuda a reaccionar mejor y con más rapidez y reflejos, haciendo que nuestro organismo se acelere y permitiéndonos ser más eficaces. Sin embargo, puede ocurrir que pase de ser nuestra alidada a ser nuestra peor enemiga; apareciendo ante situaciones que no suponen ninguna amenaza real y presentando toda una serie de sintomatología ansiosa que resulta muy limitante (sudoraciones, taquicardias, respiración acelerada, pensamientos irracionales, etc.).
Esto puede ocurrir en situaciones normales de la vida cotidiana y sí, también en las relaciones sexuales. Lejos de ser una actividad satisfactoria y placentera, para algunas personas enfrentarse a las relaciones sexuales puede ser un verdadero suplicio si sufren de ansiedad sexual, que es una preocupación enorme e inadecuada hacia el sexo.
Algunos de los pensamientos más comunes que tienen estas personas son del tipo: no soy buen@ en la cama, no tengo un cuerpo bonito, si eyaculo rápido no se quedará satisfech@, no sé si podré mantener la erección, mi pene no es lo suficientemente grande, no voy a llegar al orgasmo… Y otros relacionados con prejuicios, mitos y una mala información sexual.
Todos estos pensamientos generan ansiedad en la persona que los padece, impidiendo que pueda concentrarse en el acto sexual y que, en consecuencia, alguno de ellos termine ocurriendo, lo que refuerza su pensamiento inicial y por tanto, su ansiedad sexual. En el caso de las mujeres las consecuencias más habituales es la pérdida o disminución del deseo y la dificultad para excitarse, provocando problemas de lubricación y por tanto de dispareunia (dolor coital) o vaginismo. En el caso de los hombres también puede ocurrir la disminución o pérdida de deseo, así como la eyaculación precoz o la disfunción eréctil.
Así pues, la trayectoria y el mantenimiento de la ansiedad sexual se resume en este círculo, llegando a convertirse en un círculo vicioso del que difícilmente vemos salida.
Pero, ¿qué podemos hacer para romper este círculo y combatir la ansiedad sexual?
En primer lugar tenemos que hablar con nuestra pareja de ello. Poder contarle abiertamente qué nos está pasando es muy liberador para la persona y permite a la pareja entender la situación mucho mejor, ya que ella también la sufre aunque de una manera distinta y, en algunos casos, llega a considerarse culpable de lo que ocurre. Por lo que una adecuada comunicación será fundamental como primer paso.
Aumentar los momentos de intimidad. Si es por ejemplo el coito lo que nos provoca la ansiedad, podemos buscar otras alternativas para más adelante ir abordando ésta. Podemos darnos masajes eróticos, compartir un baño juntos y enjabonarnos mutuamente…
Incluir estímulos distractorios. Es decir, poner velas con olores agradables, una música suave… Estímulos que nos permitan concentrar en ellos nuestra atención y tratar de desviarla de los pensamientos que nos provocan la ansiedad.
Practicar la respiración consciente. La ansiedad genera estrés y una manera de controlarlo es haciendo respiraciones profundas y conscientes, por lo que practicar durante el día este tipo de respiración, nos ayudará a relajarnos en las situaciones estresantes.
Ejercitar nuestro cuerpo. Realizar ejercicio diario, aunque sea media hora de paseo, permitirá que nuestro cuerpo esté más activo, fortalecido y que nos sintamos mejor con nosotros mismos a nivel físico y mental, lo que nos dará mayor seguridad en las relaciones sexuales.