La tristeza es una emoción natural a la que todos estamos acostumbrados. A pesar de que no tiene nada que ver con sufrir una depresión, es vital tener en cuenta que, de convertirse en algo cotidiano, de notar que día a día esta sensación negativa nos van dominando hasta el punto de impedirnos cumplir nuestras obligaciones, corremos el riesgo de acabar sufriendo un trastorno psicológico más serio.
Es importante disponer de unas estrategias básicas y adecuadas que nos permitan hacer frente a esa tristeza que, en ocasiones, sentimos bien por un problema determinado, o incluso por una alteración puntual de nuestra salud. La diferencia básica entre la tristeza y una depresión está en la intensidad, esa misma que, si no gestionamos de modo efectivo lo antes posible, puede hacer que acabemos cayendo en el precipicio de la depresión.
Estar triste no es estar depresivo, pero debemos resolver el problema lo antes posible
En primer lugar hay que saber que la tristeza es una reacción emocional natural. Todos la hemos sentido en mayor o menor medida y todos hemos logrado superarla. No hay que alargarla en el tiempo, ni alimentarla con más pensamientos negativos. Se trata en realidad, de vivirla, de asumirla y, después, dejarla ir.
Cómo afrontar la tristeza
Hay que tener muy claro que la tristeza siempre tiene un origen, es decir, si estás triste se debe a una razón que debes conocer y ahondar en ella para intentar resolver. Bien es cierto que, en ocasiones, el desánimo puede estar generado por algún problema de salud como, por ejemplo, una alteración hormonal o incluso un sistema inmunológico debilitado.
Es importante pues contar con un informe médico que nos aclare cuál es nuestro estado general de salud. Hay veces en que un problema de tiroides ocasiona decaimiento y malestar, de ahí que sea interesante ir descartando algunos aspectos que, en ocasiones, pueden determinar esa sensación de tristeza.
Una vez tengamos claro cuál es el origen de esa sensación negativa es el momento de poner en práctica estos consejos:
Puede parecerte fácil pero, en realidad, no es sencillo encontrar el mejor modo para desahogarnos. Hay quien llora y alivia ese malestar. Otros, sin embargo, necesitan unos días de soledad e introspección para poder pensar en su propia situación y, entonces, desahogarse.
Llora si lo necesitas, escribe, pasea, lee… Busca tu propio modo de liberación, de descanso. Busca tu soledad o habla con esa persona que siempre sabe escucharte y que te da buenos consejos, pero procura liberar esa tristeza de algún modo.
Una vez te hayas desahogado y hayas priorizado a su vez nuevos cambios en tu vida con los cuales poner en marcha el motor en tu nuevo día a día, intenta descansar. El sufrimiento vital y esa tristeza ocasiona un gran esfuerzo mental y físico que debes recuperar.
Puede que te parezca una frase hecha pero, en ocasiones, “el descanso todo lo cura”, y en estos casos disfrutar de un sueño reparador es algo vital. Nuestro cerebro necesita “desconectar” de esas presiones diarias para almacenar información, para integrar los aprendizajes realizados y, a su vez, regular esa alteración bioquímica que la tristeza ocasiona en nuestras estructuras cerebrales.
Proporciónale entre 8 y 10 horas de descanso y verás como, al día siguiente, todo tiene un nuevo brillo. ¡El esfuerzo vale la pena!