El Instituto Andaluz de la Mujer ha puesto el acento en la prevención del machismo y la violencia de género desde edades muy tempranas, a través de muchos programas de coeducación. También en las víctimas, a las que ofrece todos sus recursos para su protección, su seguridad y su plena recuperación y para que sepan prevenir y detectar a tiempo las situaciones de violencia. En 2012 puso en marcha el programa de Atención Psicológica a Mujeres Menores de Edad Víctimas de Violencia de Género en Andalucía, al darse cuenta de que la atención psicológica a las víctimas adolescentes debe adecuarse a las características y necesidades concretas de su edad. Desde entonces ha conseguido ofrecer una atención psicológica muy especializada a víctimas de entre 14 y 18 años, además de proporcionar información y orientación a las madres, padres o tutores de dichas mujeres. Fruto de la experiencia vivida durante estos años publicó una herramienta para ayudar a las familias a afrontar la violencia de género que sufren sus hijas, así como para ayudar a profesionales que trabajen en este ámbito. Se trata de la guía titulada ‘El novio de mi hija la maltrata. ¿Qué podemos hacer?’.
En principio estaba dirigida a las familias de las jóvenes que pasan por su programa de atención psicológica, pero la ha puesto a disposición de todo el mundo en la Red porque puede servir a todas las familias que quieren estar preparadas y formadas para saber detectar a tiempo y, sobre todo, actuar ante cualquier síntoma de maltrato que puedan sufrir sus hijas. Porque es una situación que, de entrada, desconcierta a las familias. Muchos padres se preguntan por qué su hija no deja a su novio si la está dañando y por qué ella no reacciona como ellos pensaban que lo haría. «Lograr que una adolescente o una joven deje de sufrir violencia por parte de su pareja no suele ser una tarea fácil. Generalmente es un proceso complicado, largo en el tiempo y que va a poner a prueba vuestra fuerza como madres y padres y como familia. Es difícil, pero no imposible», apunta la publicación.
En la guía se recuerda que la violencia de género empieza a aparecer desde que se establecen las primeras relaciones de pareja (la mayoría de ellas en la adolescencia), no siempre como comportamientos agresivos, más evidentes y detectables, sino como comportamientos que favorecen la desigualdad, el dominio y el abuso. Y que cuando aparece la violencia en su faceta de agresión física la persona que la sufre ya está muy dañada en sus aspectos emocionales, relacionales y psicológicos. Se dirige en todo momento a los padres y a las madres. «Es fundamental entender que, aunque la pareja no emplee conductas que identifiquéis como violencia, la presencia de conductas de desigualdad, de dominio, que busquen la sumisión de ella o que ceda siempre a las imposiciones de él, son las manifestaciones tempranas de que en la relación se está instaurando la violencia de género (…) Os vais a enfrentar a un proceso largo, duro y complejo, más parecido a lograr que una joven abandone una toxicomanía o a rescatarla de una de esas sectas destructivas que ‘lavan el cerebro’», indica.
La guía habla de tres escenarios posibles a la hora de afrontar este problema. En el caso de que «ella os cuenta que tiene dificultades», es que la relación de violencia está bastante avanzada. Hay que reaccionar rápido, no bloquearse, buscar ayuda profesional especializada y no juzgarla por no haber pedido ayuda antes ni presionarla para que facilite todos los detalles de su situación. «Si reconoce que tiene un problema con su pareja, aunque sólo sea porque es un hecho evidente y señalado, o denunciado, por la gente de su entorno», puede ser un buen momento para explicarle que a veces las relaciones de pareja se vuelven poco saludables. «Dadle la razón, no la juzguéis, no le digáis que ella se lo ha buscado, que vosotros la advertisteis, que ella es la que debe pararlo y ponerse en su sitio… Sugeridle que acuda a un servicio especializado donde le pueden ayudar a que las cosas vayan a mejor, sin necesidad de que tenga que abandonar su relación». Por último, si la joven no reconoce que está teniendo dificultades y no quiere actuar, los especialistas del Instituto Andaluz de al Mujer aconsejan tratar de recobrar la confianza, y que el hogar sea un sitio donde ella se sienta segura y tranquila. ¿Por qué? Porque «una de las estrategias que habrá utilizado él para someterla es alejarla de vosotros. Seguramente él la habrá convencido de que no queréis que sea feliz, que la tratáis como a una niña, que no la dejáis vivir su amor, que le tenéis manía, que lo odiáis…».
Las primeras reacciones que suelen tener las madres y los padres cuando se enteran de la situación de violencia de género que está sufriendo su hija, pese a ser normales y esperables, no suelen ser las más adecuadas para lo que ella necesita. Rabia, enfado, angustia, no querer creérselo o quitarle importancia, culparla o culparse, avergonzarse, enjuiciarla o reprocharle que quiera continuar la relación, desconcierto y desorientación, querer controlarla, hablar con la pareja de la hija o con sus padres, esperar a que sea ella la que actúe… Actuar de esta manera puede llevar a que la chica pierda la confianza de sus progenitores y que, aún peor, él se presente como víctima ante los demás e incluso ante la joven. No hay que castigarla por lo que está pasando. Tampoco hay que forzarla a que termine la relación, cuando no está preparada para ello. Y si ha ‘cortado’ con su pareja, aunque se sospeche que es algo temporal, hay que intentar que no se ponga en contacto con ella y desaconsejarle que lo vea o hable con él. Por supuesto, ello implica averiguar si él puede tener su clave de Facebook, Tuenti, correo electrónico, Twitter… para establecer con su hija «cómo minimizar riesgos y daños».
Por difícil y contradictorio que pueda parecer, a veces es mejor que los padres permitan o toleren que su hija mantenga la relación de pareja que la está dañando y que se niega a terminar. La violencia de género provoca en la mujer que la sufre una dependencia emocional y unos daños personales que dificultan mucho o impiden que la víctima pueda protegerse o alejarse de su maltratador. Esta dependencia se ha comparado en numerosas ocasiones con una adicción, por eso de que prohibir a una persona toxicómana que use las drogas no es la solución. De modo que hay que intervenir para «curar» esa adicción. En los grupos de madres y padres del gobierno andaluz muchos planteaban cómo la prohibición provocó que su hija se alejara de ellos, reforzando el aislamiento que tan conveniente le resultaba al maltratador e incluso acercándola afectivamente más a él. «La prohibición hacía que yo fuera siempre la mala de toda esta historia, ya que él le comía el coco para ponerla en mi contra», confesó una madre. Consejo: la adolescente necesita asumir que la relación es negativa para ella, que la está dañando, y para que eso ocurra tiene que mantener la relación, por muy contradictorio que pueda resultar.
Tampoco conviene apartar a la adolescente de todo contacto con la tecnología. Los adultos solemos usar las nuevas tecnologías para informarnos y comunicarnos, pero para los jóvenes es un medio fundamental para relacionarse; gran parte de sus relaciones las realizan a través de esas nuevas tecnologías, llegando a adquirir su «personalidad virtual» o «e-reputación» tanta o más importancia que su personalidad real. No permitir que use estos medios va a suponer para ella un alto grado de aislamiento e incluso de daño para su personalidad («virtual, pero importantísima»). Va a suponer mucho más un castigo que una protección. Los expertos aconsejan establecer «normas lógicas y razonables» sobre el uso del móvil y las redes sociales, ayudarla a entender los mecanismos de control que él emplea a través de las nuevas tecnologías, apoyarla para que no ceda a las presiones de él y lo ya comentado, convencerla para que cambie las contraseñas y no se las facilite.
La guía no evita el tema de las relaciones sexuales. Explica que cuando la relación de pareja se construye desde el dominio y la desigualdad las relaciones sexuales no van a ser ajenas a este modelo de abuso y violencia. «Las víctimas sufren mucha presión para mantener relaciones sexuales, con la utilización de muchos chantajes emocionales ‘si me quisieras de verdad lo harías conmigo’) o amenazas (¡tendré que dejarte e irme con ‘tal’, que sí quiere!) y muchas imposiciones sobre la forma en que deben mantener las relaciones sexuales (prácticas sexuales, tiempos, no querer usar medidas de protección…)». Una buena comunicación sobre el tema con los padres puede contrarrestar o prevenir.
Además de estas recomendaciones, en Internet hay otros recursos adaptados a las chicas que se ven en una situación de maltrato y que el Instituto de la Mujer de Andalucía. Está la aplicación ‘DetectAmor’, para que las jóvenes puedan reflexionar acerca de sus ideas sobre el amor, sobre cómo son las relaciones de pareja que establecen y si éstas son en igualdad o son relaciones de abuso.